miércoles, 9 de abril de 2014

Mi adicción al Candy Crush

Como dice el mítico bolero como han pasado los años, como han cambiado las cosas...




Yo no he sido nunca persona de juegos. De pequeña jugaba, como todas las niñas, al menos las de mi época, al pique, al elástico, a un dos tres pollito ingles y cosas así. Pero cuando se me pasó la edad de jugar a esas cosas, dejé de jugar. Como mucho cuando mis hijos eran pequeños jugaba con ellos a los juegos de mesa que les gustaban, pero después de eso nada. Nunca me ha gustado ni el billar, ni los dardos y menos aún las maquinitas.

Mis hijos siempre han tenido consola de videojuegos o han jugado al ordenador y yo nunca he jugado, no me llamaba la atención e incluso les reñía. “Niños dejad ya el dichoso aparatito y venga ya para comer, ¡a que voy y le pego un tirón al cable y se terminan las tonterías!”. Pero entonces llegó el Candy Crush.




¡Quién me lo iba a decir a mí! En todos estos años, como mucho, jugaba de vez en cuando al solitario o muy de tarde en tarde al buscaminas. Y ahora resulta que soy yo la que me paso todo el tiempo libre jugando a Candy Crush, Farm Heroe, Papa Pear y muchos más. Se me acaban las vidas en uno y sigo con otro. Lo más curioso es que ya no me conformo con jugar, es que estoy deseando que me den vidas si me quedo sin ellas y yo darlas a mis amigos de Facebook. Porque este extraño fenómeno no me ocurre solo a mí, que va. Mucha, no, muchísima gente de mi quinta, que somos un poquito alérgicos a estas cosas, resulta que está enganchadísima a estos juegos. Cuando nos vemos es muy difícil que durante la conversación no toquemos el tema.




Y con todo esto, yo me preguntó ¿por qué? ¿Qué tienen esos juegos para engancharme de esa forma? Si soy yo la primera en decir que es una lástima que los niños estén todo el día enganchados a los videojuegos, que tienen que levantar la cabeza de la pantallita y salir a jugar al fútbol y a todas esas cosas a las que jugábamos nosotros. Pero claro decir eso mientras corro a coger la tablet porque ya me han cargado las vidas, no es muy lógico.



Curioseando por ahí para escribir este artículo, he leído que la adicción de estos juegos tiene que ver con un tal efecto Zeigarnik, que por lo visto "define la tendencia a recordar las tareas inacabadas o interrumpidas mejor que las que ya se han completado". Ni idea, no soy psicóloga ni nada de eso, pero lo que sí sé es que, vale, recuerdo el Candy Crush, pero no sería la primera vez que me llaman por teléfono y se me acaba pegando lo que tenía en el fuego… Tiene que haber algo más. Algo que haga, lo voy a reconocer aquí, que esté deseando terminar de comer, ni siquiera espere a que los demás terminen y me tiré a jugar.

Amigos, creo que voy a tener que empezar una terapia de desintoxicación. No es normal. Y luego están mis hijos, que ahora que la historia es al revés os podéis imaginar la caña que me dan ¿verdad? No puede ser.




Haremos terapia, nos pondremos un cartelito con nuestros nombres y empezaré yo. “Hola, me llamo Marian y soy adicta al Candy Crush. Todo empezó un bien día que me regalaron una tablet y desde entonces…” Desde entonces me entretengo mucho, me rio con mis amigos y además, esto tiene que ser como los juegos de esos de “Brain Training”, tiene que ser un buen ejercicio mental. Así que, ¿me das una vida? Yo os la daría a vosotros ;)

Y queridos amigos, venga reconocedlo, ¿cuántos de vosotros sois adictos también? ¿Candy Crush o qué otro juego os tiene enganchados? O en cambio, ¿sois fuertes de voluntad y aun no habéis caído?

Bueno vuestras respuestas y hasta la próxima. Un beso.


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